Archivo mensual: octubre 2011

Del odio al amor

–          Te odio

–          Bueno, del odio al amor hay un solo paso

–          No, no entendés, te odio

–          A ver, movete un poquitito

–          Ahí está bien?

–          Sí, ahora me amás?

–          No idiota, te odio

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El kiosco

–          Hola

–          Hola buen día

–          Buen día, me das dos

–          Dos qué?

–          Uh, no sé, qué tenés?

–          Y que se yo, un poco de todo, lo que ves acá

–          Ah bueno dame de esos

–          Los cigarrillos?

–          Si, dame uno de esos

–          Dale, tomá, son…

–          Pará, tan buenos?

–          Ni idea, no fumo

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En la parada

–          Hola que hacés?

–          Hola

–          Che, qué buena música escuchás. Me encanta

–          Qué música

–          Nose, la que escuchás. Ta buena, digo

–          Y qué escucho?

–          No sé, qué escuchás?

–          Rock

–          Por eso, ta buena, me cabe mucho toda esa onda de Charlie Parker

–          Nono, rock escucho, tipo Motorhead o Megadeath

–          Ah si, Charlie Parker tocó con ellos

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Disculpá, me puedo sentar?

–          Hola disculpá me puedo sentar

–          No, estoy esperando a alguien

–          (se sienta) Gracias, como te llamas?

–          Lorena, por?

–          No por nada, quería saber nomás

–          Ah

–          Asi que estás esperando a alguien?

–          Si, por eso te dije que no te sientes

–          Sisi, te escuché

–          Y por qué te sentaste?

–          A quien esperabas?

–          A mi novio

–          Ah mirá

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Primer botella

–          Mirá la noche Oscar. En un lugar así siento la inmensidad del universo, y el glorioso banquete preparado para mis sentidos.

–          Sí, ta linda la noche. Y este vinito entró como anillo al dedo con el frío.

–          Sí, me hace pensar en que vivimos aturdidos por señales y objetos que no importan, cuando en un segundo lo podés abarcar todo con un vino, un cigarro y una noche, con la luna ahí, mirando y sabiéndose observada.

–          Uf! ¿Te imaginás unas minitas acá? Ahí si que la tenemos completa. Ni siquiera para coger te digo. Está para quedarse hasta cualquier hora hablando de pavadas y la pasamos bien igual. Con un vinito, esta luna y dos minitas no pido nada más. La quedo acá y estoy feliz.

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La acción

Salió de su casa al mediodía en bicicleta. Pedaleaba ferozmente. Su mente no había previsto el costoso esfuerzo que le iba a llevar desplazarse hasta allá. Sus piernas se revelaban de vez en cuando contra el poder absoluto del cerebro, pero éste conseguía apagar rápidamente cualquier atisbo de sublevación.

Así llegó, cansado pero feliz por lograr su cometido. Al fin y al cabo había llegado, y lo único que lo molestaba ahora era el sudor que caía de su cuerpo, producto del ejercicio y de los nervios que tenía. Nervios justificados por el acto que iba a cometer. Pues, este acto venía seguido de una felicidad eterna, o al menos una duradera felicidad.

Dejó la bicicleta cuidadosamente encadenada a un hermoso poste de luz que montaba guardia a la entrada del lugar. El poste emanaba una personalidad única, parado totalmente derecho, mirando desde arriba a sus interlocutores, mostraba un bronceado marrón sacado de la mejor pinturería del país.

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El inútil

Señor A: Hola, ¿como andas?

Señor B: ¿Qué tal?

Señor A: Está lindo hoy

Señor B: Si, parece que mañana va a llover

Señor A: Bueno, que tenga un buen día

Señor B: Hasta mañana

Señor A: Hasta mañana.

Señor A siguió caminando lentamente y sus pensamientos se sucedían rápidamente. En primer lugar pensó que su pregunta no había sido contestada, luego le siguió el vil pensamiento de que no le importaba que le hayan contestado o no. Y, finalmente, se dio cuenta que había mentido, pues mañana no volvería a ver a ese sujeto. Es más, lo más probable es que nunca más lo vuelva a ver en su vida. En fin, tampoco importaba. Miró el cielo, el día era nublado y unas nubes negras se acercaban lentamente, por lo que pudo averiguar que en definitiva el día no era lindo (convencionalmente hablando).

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La creación

Bueno, es muy probable que hayas escuchado muchas teorías sobre la creación del universo, y probablemente creas algunas, o tal vez no, y seguramente estás “convencido” sobre alguna y la defendés a rajatabla en las reuniones con amigos, y ante tus colegas, y así vos tratás de convencerlos de que Dios quiso hacer las cosas bien pero que por una manzana todo se fue a la mierda, o que hubo un choque de meteoritos que se partió en miles de pedazos y se crearon los continentes que tenían partículas formadas con bolas genéticas que fueron creciendo a lo largo de los años y evolucionando hasta llegar a ser seres humanos y animales y plantas y demás especies que pueblen este planeta y los demás.

Pero sin querer ser soberbio ni pretencioso, debo decirles que yo sé la verdad de toda esta cuestión, y aunque pueda ser castigado eternamente se los voy a contar, porque llegué al punto cúlmine de mi existencia en la que este secreto no puede ser guardado, es como si el universo me hubiese tocado el punto G de la conciencia y todo lo que en ella habita debiera salir urgentemente.

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Mi vieja me regaló una playstation

Así como se ve, parece una noticia feliz, pero no. Es una cagada. Justo vino mi cumpleaños y mi vieja con todo el amor que me tiene se gastó una bocha de guita en mi regalo. Pobre, tuvo toda la buena intención, pero odio los jueguitos, odio la playstation.

Y ya no la puedo ni vender por internet, porque me puse a jugar al juego del fútbol y de la bronca la hice mierda. Y fue la playstation, y fue el tema de venderla para comprarme la bicicleta que quería.

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Me dejó una mina

Hoy estoy mal, casi violento. Tengo una bronca importante que no me deja dormir. Me dejó esta mina, pero todo fue mi culpa, creo que hice todo mal. Otra vez.

La conocí borracho y nos fuimos a mi casa. Se quedó todo el domingo. Lo hicimos veinte veces y hablamos de cosas importantes, casi que creí enamorarme ese mismo día. Salimos más veces, ella era perfecta, se reía, me miraba y el corazón se me frenaba en mil suspiros. Y la cagué.

No a ella, pero cagué la situación. Después de la quinta o sexta salida me mandó a la mierda. “No te banco más”, me dijo por mensaje de texto. La puta madre, pensé. Está loca.

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